Una vez llegada la fecha señalada, el estrés va aumentando. La consabida tristeza del hueco que dejaron los que no están, la melancolía de los que están solos, el enorme sacrificio de los que la afrontan "demasiado acompañados" (en estas situaciones hay que respirar hondo)...
Es también de carácter obligado sentirnos muy sensibilizados con todas las situaciones ajenas desfavorables, la pobreza, los sintecho... Problemas sociales que existen los 365 días del año, pero que en esta época nos permiten, al recordarlos, aliviar nuestra conciencia consumista que se dispara y se traducirá en copiosas comidas, adquisición de las mejores galas y obesequiar con excelentes regalos.
Lejos del significado que pueda tener esta celebración, una Conmemoriación Religiosa carente de rigor histórico, o un momento para ensalzar los mejores valores éticos que, como acabo de repasar, se pierden en la mayor de las contradicciones, nos enfrentamos una vez más a esta farsa social llamada Navidad.