Vaya, mes de locura. Después de numerosas peticiones me decido ir a Málaga. Tuve suerte y aterrizo en la capital con sol brillante y un magnífico cielo azul. Me dirijo al hotel para dejar mi equipaje y me sorprendo de las vistas de mi habitación, desde la ventana una postal esplédida de la catedral que cobra un interés añadido cuando por la noche me regalan una perfecta iluminación.
En un pequeño hueco me escapo y paseo por los alrededores, calle Larios muy comercial y con mucha solera, Plaza de la Constitución donde se mezcla lo clásico y lo contemporaneo, edificios muy antiguos espectacularmente rehabilitados.
De las gentes que decir, trato cordial y amable. Desde las personas que conocí a los abuelos que paseaban y me asesoraron dónde comer el famoso "pescaíto" malagueño. Sólo puedo decir que tengo que repetir, en sólo unas horas es imposible, por supuesto me quedé con ganas de más.
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